Obsesion(Relato de Drama)
Era
viernes. Jeffrey tenía cuatro años, y su madre, Mary, iba a recogerlo al
colegio. Iba tranquila por la calle viendo los carruajes pasando, las chimeneas
humeando y oliendo el olor a pan recién hecho. Cuando llega el colegio Jeffrey
la recibe con un gran abrazo. Ella lo coge en brazos y le devuelve el abrazo.
De vuelta, Mary para en una panadería a comprar una hogaza de pan y deja al
pequeño fuera esperando. El chico juega sin preocuparse de la muchedumbre, de los
coches o de los caballos. Mientras la mujer paga, escucha a unos caballos
relinchando y toda la gente agolpándose hacia el medio de la calle. De repente
se acuerda de su pequeño:”¡¡Jeffrey!!”-piensa.
Rápidamente,
tira la hogaza y sale disparada hacia la calle, intentando colarse entre toda
la gente. Cuando consigue llegar al medio, se queda sin habla. Cae al suelo de
rodillas, sin fuerzas, y con las pocas que le quedaban, rompió a llorar
desesperadamente, acercándose al cuerpo inerte del pequeño Jeffrey, tumbado
sobre una gran mancha de sangre roja como el terciopelo. El niño tenía los ojos
abiertos, y los cerró con el último sopló de su corazón. La mujer se acercó a
la figura del chico, lo cogió entre sus brazos, y le susurró:”Hijo mío, no te
vayas”. Terminadas estas palabras, la muchacha, con la cabeza baja, marchó
lentamente hacia su hogar.
Después
de la comida llegó Bob, el esposo de Mary y el padre de Jeffrey. Como de
costumbre, pensaba que el pequeño lo iba recibir a su manera, pero él no vino.
Extrañado fue a la cocina y encontrón a su mujer lamentándose. Se acercó a ella
y le preguntó:”¿Dónde está Jeffrey?”-. Ella le contestó:”Se ha ido Bob, no
está”. Él se giró, pegó un golpe en la pared, el cual causó un estrépito que
resonó en toda la mansión. En los siguientes tres días prepararon la
incineración del niño. Las cenizas se tirarían a un lago cercano a la casa del
chiquillo. Cuando llegó el día de esparcir las cenizas, Bob y Mary vistieron
sus vestiduras negras, como símbolo de luto. Alquilaron una pequeña barca para
llegar al centro del pequeño estanque. Al llegar al medio, Mary asomó la cara
al agua, y vislumbró la silueta de un niño, de aproximadamente cinco años. Poco
a poco, la silueta su fue aclarando hasta mostrar el rostro y torso de Jeffrey.
Mary, asustada, se echó para atrás, balanceando la barca, y por poco no cae de
la embarcación. Asustada y tartamudeando le dijo a Bob:
-”!!Mira, Bob, mira¡¡!!Es Jeffrey¡¡!!Está vivo¡¡”. -“Cariño, solo son imaginaciones tuyas.” -“No, no, no. Estaba ahí mismo, en el agua.” -“Hay que asumirlo, está muerto.”
-”!!Mira, Bob, mira¡¡!!Es Jeffrey¡¡!!Está vivo¡¡”. -“Cariño, solo son imaginaciones tuyas.” -“No, no, no. Estaba ahí mismo, en el agua.” -“Hay que asumirlo, está muerto.”
Durante
los días siguientes a Mary le ocurrieron unos sucesos que acabaron con parte de
su felicidad. Un día, ya por la noche Mary fue a dormir. Subió las escaleras
con la cabeza gacha, triste, sin ganas. Cada paso rechinaban en las tablas del
suelo y resonaban en el hogar. Poco a poco llegó a su aposento, donde su
conyugue dormía tranquilo. Abrió la puerta y cuando parte de cabeza entró por
la ranura que dejaba la puerta pudo vislumbrar la silueta de su hijo, tirado en
el suelo, tumbado sobre una gran mancha de sangre. Esta imagen le recordó el
día de la muerte del niño en la calle. Pegó un salto hacia atrás y cayó de
bruces hacia al suelo. Poco a poco, la mujer fue hacia la puerta y vió que su
hijo no estaba allí. Desde la muerte de su único hijo, Mary enloqueció y tuvo
que ir a un sanatorio. En su celda solo repetía una sucesión de
palabras:”Jeffrey, Jeffrey, Jeffrey…”Y veía los ojos del pequeño Jeffrey por el
cristal de la puerta.
Marcos Martínez
Marcos Martínez
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